miércoles, 13 de enero de 2010

Autoridad

Estuve por la mañana haciendo una nota a “la maestra del año”. El Polo Educativo Pilar y el Rotary Club local, implementaron un galardón para el docente que más se haya destacado. Cada colegio selecciona uno y compiten a través de trabajos de investigación, para obtener el premio. A la satisfacción de ser electo, se suma el trofeo: un viaje a Estados Unidos para conocer el sistema educativo y palpar la experiencia del norte en vivo y en directo.
Tuve el privilegio de ser atendida por M en su casa. La charla se desarrolló en medio de un ambiente familiar, con su hijita de cuatro años rondando por ahí. Típica hija única, muy estimulada por una madre de muchos intereses y celebrada en cada logro o adquisición. Mientras conversábamos, hizo dibujos varios, que nos regaló oportunamente. A medida que la entrevista crecía y el diálogo aumentaba en sustancia, la niña luchaba por no quedar fuera, utilizando un amplio arsenal de recursos para no perder (o retomar) el centro de atención. En algún punto, costaba un poco mantener el hilo del diálogo adulto. Yo aumentaba mis esfuerzos para terminar, pues la situación ya seguía ese curso y la niña reclamaba a su mamma. Con mi mayor capacidad de ternura, intentaba alejarla del medio mientras escribía. La madre no le llevaba mucho el apunte, estaba concentrada en el relato.
Hasta que colmó su paciencia, y con una voz casi más baja que la que utilizaba (que por cierto era más que suave y calma) le dijo BASTA. ¡Cuánta autoridad en esas palabras y mirada! La chiquita quedó dura, sin miedo, sólo con conciencia de haber pasado la raya. Ella sostuvo la mirada exigiendo reciprocidad de la niña y asunto TERMINADO. Inteligente, redobló la apuesta a través del cariño: besitos, upa y muchas más dignas de derretir a quien estuviera cerca.
Ya concluida la riquísima charla, me despedí sin dejar de admirar a esa mujer sencilla, flaquita y humilde. Sin ruido ni gesticulaciones, demostró ser un enorme referente. Yo lo testimonié en su casa, el comité evaluador lo reconoció en la escuela, veremos qué pasa cuando llegué a Estados Unidos.

1 comentario:

  1. Ay ay ay! ojalá pudiera decir un suave "basta" con mis alumnos adolescentes para que dejaran de gruñir a mis oídos...
    (aunque, la verdad, son los menos: me siento afortunadísimo dando clases).

    jo, me encantan tus relatos en lo cotidiano. y sube alguna foto de Pilar!!!! algo donde podamos ubicar tus historias...

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