lunes, 1 de noviembre de 2010

Hijos

Omar irrumpe en la biblioteca donde Marta ordena unos libros y busca uno en especial desde hace tiempo, sin éxito. Completamente salpicado de sangre arrastra un cuerpo que no se sabe si aún exuda vida:
- Ahí lo tenés mamá, matalo
Ella no alcanza a conseguir el aire para seguir respirando, se ahogaba. Todas las imágenes que tenía de Omar se le aparecieron de pronto: cuando se enteró que estaba embarazada, el día del parto con la profunda conmoción del primer llanto. Esa sensación de cambio rotundo, que a partir de ese momento su vida sería en función del ser que había inspirado la primera bocanada de oxígeno.
Cómo se equivocó entonces, pensó que lo mejor de sí lo había destinado a él, que colaboraría con el plan de Dios en hacer un hombre de bien, que sumaría a un proyecto trascendente...
- Mamá ¿me escuchás?, gritó con desesperación
- ¿Qué estás haciendo Omar?, reaccionó.
No podía poner en palabras ese tormento de pensamientos, a la insuficiencia del aire se sumaban ahora las palabras, nada salía.
- Lo que corresponde vieja, ¡justicia!
- Pero la justicia es para todos y a él se la negas.
- Al igual que él se la negó a Johnny.
- ¿Y vos pensas hacer lo mismo?
- Yo no la empecé.
- ¿Entonces la seguís?
- Pero qué queres mamá ¿que siga matando a otros? Terminemos, matalo.
- Así empezás vos.
- No entendes vieja, yo la termino.
- Sí entiendo Omar, más de lo que te puedas imaginar.
- Entonces...
- ¡Terminala!
Antes de completar la palabra un sonido sordo aniquiló el alma de Marta, se le estrujó algo que empezó a oprimir más de lo posible.
- Ya está vieja, por lo menos este no mata más.
Gritaba con la boca abierta, más aún que el cuadro de Picasso. Sin embargo no salía sonido. La mueca de dolor transformó su fisonomía, la mandíbula oprimía el cerebro..
- ¿Vas a llorar por este hijo de puta?
- No Omar- por fin algo salió de esa boca, el acceso a un mundo de horror, espanto y frustración.
- Lloro por vos.
¿La policía? ¿Escapar? ¿Complicidad? ¿Denunciarlo? ¿Matarse? ¿Existe alguna salida? Su cabeza era como esa arma aún humeante, no cesaba de disparar.
Intentó respirar profundo, que el aire llegue a la parte baja, "a la panza" como escuchó tantas veces buscando relajación. Fracasó y el contenido de su estómago se derramó en la alfombra, salpicando al cadáver. La no reacción de ese cuerpo inerte la terminó de voltear. Quería bajar la guardia, que Omar continúe y le de un disparo a ella, que le ahorre enfrentar el fracaso más rotundo de su vida: ser la madre de un asesino.
Eso era Marta y no podía  dejar de culparse, de preguntarse qué hizo mal, qué dejó de hacer a tiempo para llegar a esto. No terminaba de digerir la desaparición repentina de Johnny, la muerte del menor de la familia: un descuido al cruzar la calle frente a la casa, hizo que una moto lo haga volar por el aire y morir instantáneamente al encontrar el piso.
Omar se trastornó al punto de llegar a ofrendar a su madre el cuerpo de motociclista para que lo liquide. Sin embargo, con esta acción aniquiló a su madre. A la pobre Marta.

2 comentarios:

  1. Qué fuerte tu historia. Soy madre de dos hijos y no me puedo imaginar estar en esta situación.
    Te dejo un cordial saludo desde Berlín.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Marisol!!! Berlín siempre presente

    ResponderEliminar