viernes, 25 de mayo de 2012

El barro, siempre el barro



Ya he manifestado muchas sensaciones relacionadas al barro. Acá en Pilar, donde Argentina tiene el nivel de recaudación impositiva más alto, hay mucho barro, demasiado. Soy de las privilegiadas que lo contemplan desde el auto, pocas veces he lidiado mano a mano con él. Ayer, por ejemplo, cuando fui al colegio San José. Aprendí, después de haber estado cuatro horas con sandalias blancas y plantilla negra y mojada por el barro (no me animé a indagar mucho su composición), a no bajar por la puerta del conductor: al abrirla es inevitable caer en la zanja, a menos que largas piernas permitan realizar una zancadaza (más que zancadilla). Con libros, bolsos y material para los alumnos, es realmente una tarea ciclópea.
Muy fácil recurrir al humor cuando uno tiene esta experiencia sólo los días que va a dar clase y además llueve. Distinto es para quien diariamente convive con él, el barro y el polvo. El clima decidirá la composición, si más tierra, agua o qué. Cuánta injusticia, qué enorme deuda de la política. Casi que me siento como ellos, sólo de paso. A mí, el día que me toca acercarme a ese tipo de barrios, ellos, cuando inauguran obras o regalan su presencia para la foto periodística. ¿Y los que viven allí? Ellos al terminar la jornada laboral regresan a sus casas, ubicadas en barrios con “otra” infraestructura.
Educación, siempre la educación
Podría cerrar diciendo que por eso es imprescindible la educación, como gran motor de promoción social. Tal es mi convicción, que me esmero especialmente en hacer lo más útil posible mi presencia allí. Con todo, el barro sigue aún.
En la Ruta 8, por ejemplo, no hay veredas. Muchísima gente la usa como vía de transporte y espera ahí el colectivo. Me pregunto cómo hacen para llegar, por calles y pasillos anegados.
Quizá parezca una nimiedad, pero caminarán con botas de lluvias (se van haciendo cada vez más pesadas en la medida en que acumulan barro) y un calzado alternativo en un bolso para no distribuir el barro en la oficina o lugar de trabajo. Conjeturo, porque no sé cómo lo resuelven día a día. Yo hago algo parecido cuando tengo que usar zapatos elegantes o tacos. Camino desde casa hasta la parada con zapatillas y los llevo en una bolsa. En mi caso, por falta de costumbre, pero no es ni comparable.

Recuerdo una película “Hombre mirando al sudeste”, en la que una enfermera se cambia los zapatos. Al director, Eliseo Subiela, todos le preguntaban el significado de esa escena, el por qué. Se sinceró y dijo que no tenía una intención determinada, que leyó interpretaciones que lo maravillaron, pero que jamás pensó demasiado en eso.
Volviendo al barro, no dejo de preguntarme cómo se hace para convivir con ese elemento agresivo cuando no hay agua, penetra en los bronquios y alérgicos e infancia han de padecerlo mucho. Con humedad, todo lo moja, empapa y ensucia. “Del barro vienes y en barro te convertirás”, me animo a parafrasear la frase bíblica que refiere al polvo. Quizá la humildad de corazón tenga que ver con esto, estar en contacto con la esencia física del entorno, para ubicarnos en la enorme escala. Saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia adónde vamos. Quien más o menos tenga en claro esto, es un gran sabio aquí en la Tierra (¿planeta o base que pisamos?)-
Considero que analizar este concepto “tierra”, da para otra entrada.

martes, 22 de mayo de 2012

El poder del significado

Casi en forma repentina caí en la cuenta del enorme poder que tenemos al nombrar las cosas. Designarlas es una resultante social, sin duda. Y como parte de esa sociedad nosotros cargamos de significado a lo más diverso. Cuelga de mi cuello una cadenita, uno de sus eslabones es una paloma (la miré recién, hasta ahora pensaba que era un delfín). La medalla tiene una rosa de un lado y una extraña estrella del otro. También una perlita y una piedra trabajada como diamante, cuelgan de la cadena. Recibí todo esto dentro de una de tantas bolsas que mi adorada sobrina nos regaló, con cosas que ya no usa.
Abrirlas es un festín familiar: "...Uuuy, esto me lo quedo yo", "esto te va a quedar a vos", "mirá estas pantuflas, están buenísimas...", y así cada uno va tomando objetos, sin duda cargados, llenos de significado. De ahí, queda otra bolsa con lo que no y se la regalamos a alguien.
El caso es que desde entonces no sabía el significado de los dijes que cuelgan de la cadena. No tuve oportunidad de consultar. El chispazo de hoy, valga lo obvio, fue cuestionarme por qué no darle yo un significado propio. Alguien mencionó ayer a la Rosa Mística cuando vio la medalla. Más allá del significado social, yo personalmente voy a bautizar al revés a estos objetos. En el bautismo, más allá de llo sacramental, se la dun nombre a alguien, se decide la palabra que designará a un sujeto y vaya que ya traer un montón de significado, sentidos, ilusiones, expectativas.
Ahora, estas cosas ya tienen nombre: medallita, perla, dije, etc. Les voy a dar yo el significado que deseo, a esa voz del bautismol, yo le daré un significado. Algo similar a los ritos, sin saber a veces muy bien por qué, se repiten, perpetúan a través del tiempo, y eso los va cargando de un sentido particular.
¿Somos concientes de que podemos gestarlos? Alguien dijo de inventar el mundo cada vez. Podemos cada día iniciar algo y enriquecerlo día a día, alguno concluirá en rito, costumbre y hasta en tradición. Sólo es cuestión de inventar, pensar en un hito iniciático o de iniciación.