sábado, 15 de febrero de 2014

El afán olvidó la humanidad

Enfrento la pantalla en un día radiante de sol, mañana fresca con brisa, más que agradable. Es importante el dato porque justamente necesito escribir de las inclemencias climáticas. Empezamos el año con "rayos y centellas" literales, la electricidad se llevó la vida de varios en Villa Gesell, interrumpió vidas justo antes de despegar, juventudes perdidas, familias quebradas. Cuánto dolor, los tremendos destellos de luz apagaron mucho.
Se impone la reflexión y los medios de comunicación deberían ser vehículos, invitarnos a pensar y ayudarnos a ubicarnos. Porque finalmente el género humano se confundió, la inteligencia, en lugar de iluminar, eclipsó la comprensión holística. La omnipotencia se impuso y ahí empezó el Gran Error. La confusión de creer que porque al presionar una tecla escuchamos música, se prende la luz o se activa una bomba, somos los dueños. Cuánta confusión, el concepto propietario me da un poco de escalofrío. Sin duda alude a lo material y, como personas, percibimos una jerarquía "no chep, es el "dueño". Como el dicho popular "quiero hablar con el dueño del circo": excelente síntesis que indica que buscamos al interlocutor que decide, intercambiar con quien tiene la capacidad de modificar las cosas, de generar los cambios.

Ahora, es bueno tener claro los ámbitos, tomamos decisiones de una porción realmente pequeña del universo. Probablemente la omnipotencia es la que no nos permite ubicarnos en el pequeñísimo lugar que estamos, lo poquísimo que manejamos y lo indiferente que somos para la mayoría de la humanidad. No me parece importante la cantidad de vínculos sino la calidad. Redes sociales mediante, parece importante la nimiedad de cuántos "te gusta" genera una foto o la cantidad de invitados a una reunión. La vida me ha enseñado que construir buenos vínculos es más importante, otra sabiduría popular "los amigos verdaderos se cuentan con los dedos de una mano". Habrá quienes tengan tantos, pero la ambición nos lleva a pensar que son numerables. Estar cerca de nuestros seres amados (y no hablo del espacio físico) es un logro que me hace sentir que valió la pena venir a este mundo, estas me parecen que son las verdaderas conquistas: ser nosotros mismos con quienes amamos. Aceptar y que nos acepten y desde ahí amar.
Vuelvo a los rayos y centellas. En el afán de apropiación, no se entendió qué es la naturaleza. Nos guarecemos del frío, nos refrescamos cuando hace calor, las vacunas prolongan la estadía en la Tierra y.... la naturaleza sigue su curso. Es como el agua del río, necesita su cauce. Y si lo habitamos, nos inundamos. Pero ojo, no es una falla de cálculo o un error de ingeniería, es la omnipotencia de creer que podemos modificar algo tan simple como eso, desviar el curso de un río. Bien por las represas, nos dan energía, pero el río seguirá su curso siempre, y los rayos caerán en la tierra, más allá de la urbanización. Dos periodistas que entrevistaron a un investigador del Conicet, casi que se enojaban porque el científico explicaba que se pude reducir la probabilidad de la caída de un rayo, pero no evitar.
Los límites humanos son los que hoy están en crisis. Cuesta educar a las nuevas generaciones porque no se le pone límites ¿será que como no los percibimos no los podemos transmitir? Si parece que todo lo podemos: hacer un caldo en cinco minutos, curar enfermedades, trasladarnos secos un día de lluvia... enorme seducción para la omnipotencia. Pienso que surge una gran ola espiritual porque se produjo la gran confusión, el avance científico no es más ni menos que eso, grandes y maravillosos logros que nos permiten vivir mejor, en un ámbito.
El espiritual es el que parece olvidado, para crecer en este aspecto se necesita lo más difícil, la voluntad de querer hacerlo y la humildad que nos ubica en el cosmos. Ubicados disfrutamos la vida, nos reímos y aprendemos. Agrandados, gastamos mucha energía en convencer a los demás de que somos más. Y más aún en auto convencernos en que no somos quiénes somos.

He dicho.