sábado, 20 de diciembre de 2014

Otoñete


Hoy sentí la emoción de estar viva, de circular, palpitar, ser parte de un todo maravilloso, poder ver el paisaje y disfrutar del recorrido. Fue realmente mágico, salía de casa por una galería de robles que empiezan a mancharse de otoño. Mañana cálida después de un amanecer fresco, sombras más largas y el calor que todavía lucha por persistir. Por más mangas cortas, el viento es distinto, no sólo la temperatura, las hojas son testigos de su recorrido, de los remolinos que juntan ocres, últimos verdes y restos caídos de los árboles. Lo recuerdo y me vuelvo a emocionar. Tuve que salir porque no tenía acceso a internet y hoy debía concluir un par de artículos. Estaba todo armado para trabajar en casa, pero el escenario magnífico coartó cualquier intento de molestia, queja o resistencia: me dejé llevar por un maravilloso ¿día? no, REGALO otoñal.
Intensidad de un nuevo otoño

Preguntas de una muerte anunciada

Esta mañana ocurrió una desgracia, un horror, espanto. Un señor decidió que el tren ponga fin a su vida ¿habrá pensado en otro comienzo? ¿o la tristeza y melancolía no se lo permitieron? ¿Cómo serán los minutos previos a la consumación de un suicidio?
Es el segundo que conozco de una persona allegada, en realidad en este caso es el padre de un amigo de mi hijo muy querido con quien no tenía gran vínculo. El otro sí, la mujer del compañero escolar de la primera infancia de mi marido. Desvastador, desolador, imponente, detonante. Pasaron seis años y hace un mes se casó la hija mayor, fue un casamiento más que especial. La vida ganó, se apostó a un futuro con un dolor desgarrador en el pasado, con una vida arrancada, ahorcada.
Hasta se dice que el modo en que se lleva a cabo habla de los motivos, el corazón tiene que ver con la pasión, el amor, la cabeza lo cerebral, la asfixia con la imposibilidad de aspirar/acumular/respirar más cosas, el desangrado con ir perdiendo lentamente el último hilo de conexión ¿y el tren? ¿será un símbolo de como se vive algo por venir que no se puede detener? ¿la ferocidad de algo imparable/incontrolable? ¿Acaso existe la fantasía de controlar?
Evidentemente en todos hay un desborde, una imposibilidad de ver con claridad, de apreciar cuánta gente hay alrededor, sobre todo los hijos ¿cómo explicarles que hubo algo más importante que ellos? ¿La muerte? ¿Acaso un precipitado fin puede adelantarse a la posibilidad de ver crecer a la descendencia?
En ambos casos se profesó un honesto amor por los hijos, los de fácil capacidad de juzgar aventuran que no les importó. No comparto, se debe de estar en tal pozo, en un estado de tal oscuridad que no se puede ver. Sólo pensar en algún hijo haría que desistan de la muerte, evidentemente no han podido hacerlo. Hubo algo en la cabeza, el corazón o el alma que opacó aquello, esto, lo construido, lo por vivir...
Sabían que vivirían su propia muerte, se adelantaron al azar, al designio del creador: eso sí lo pudieron controlar, pero como consecuencia de un sometimiento, de una dependencia, de una tristeza... arrolladora, disparada, cortada, impuesta. Para algunos es un acto de valentía, de animarse a enfrentar la muerte así, de una. Otros lo rotulan como la mayor cobardía, por no tener el valor de asumir la vida.
¿Qué es la vida entonces? ¿un arrojo de valentía? ¿un camino sin salida? ¿opciones maravillosas? Esta última no parece la respuesta para un suicida ¿o acaso una muerte buscada puede serlo? No sigo porque, como se verá, son más preguntas que otra cosa.