Un mes antes de terminar el 2015 ¿perdí? el celular. El
despiste inhibe de acusar a un amigo de la ajeno. Parece que detectan a quienes
andan en y con muchas cosas, y a la hora de pagar en la caja de un super,
sacamos un poco lo de la cartera y se ve que no todo vuelve. Eso ocurrió el año
pasado. Lo tomé como desafío ¿cómo será? Nunca dudé de la posibilidad, se puede
sin duda, pero ¿cómo?
Fue un verano bello, bellísimo, de mucho trabajo: el
cierre de una tesis de posgrado, más allá de coordinar con quienes había que
entrevistar, la actividad no demandaba el WA. Con llamadas y… "mensajes de
texto" se pudo. Ahí valoré tanto a quienes se sometieron al robo de las
empresas de telefonía celular, que cobran cada envío (al principio eran gratis,
como WA, pero ahora nop). Sin duda que los intercambios se redujeron, y mucho.
Pero como siempre, estas situaciones decantan. Mi cercanía al medio siglo hace
que varias decantadores se hayan presentado en cada década, sin embargo los
tamices siempre son buenos.
Si recuerdo bien, hubo un solo reclamo de alguien querido
"Eh… estás desconectada, ahora no sabemos nada de vos". El número de
teléfono nunca cambió (sí el aparato, anduve con un pequeño Nokia antediluviano
que, más allá de la nostalgia, me obligaba a medir la necesidad de cada mensaje
por lo incómodo del teclado).
"A lo fácil nos acostumbramos rápido, lo difícil es
al revés", frase popular absolutamente corroborada en estos meses. Cuando
surgieron los mensajes de texto, estábamos maravillados y nadie cuestionaba cuántas
veces había que apretar una tecla para que aparezca la "Z". En el
verano, de tan insoportable ese viejo teclado, reducía el envío de mensajes a
los imprescindibles. Así fue que me independicé tanto y eran más las quejas del
entorno que mías. Debo una disculpa a mis hijos, de cuyos WA abusé:
"avisale a Papa…", "preguntale a tu hermano a qué hora
vuelve", "¿Comen en casa?" y tantas otras que estaban incorporadas
por la existencia del WA. Cuando estaba sola me adaptaba más a ciertas
incertidumbres e, insisto, en caso extremo mensaje de texto o llamadas.
Ahora, vuelta al mundo wasapero, noto tendencias previas
a la pérdida del celu y es casi inconsciente cómo le damos tanto espacio a esta
conexión, que no es comunicación. Estoy en batalla con esos hábitos
incorporados para darles sentido y organizar el día con autonomía de tanto que
leemos ¿cuántos son necesarios? Es cierto que al abrir y ver los redondelitos
verdes, automáticamente pispeamos, no sé si por curiosidad, ansiedad o dejarlo
"limpio" para no sumar otro pendiente para después. En momentos de
mucha actividad, me organizaba y los leía cuando podía, decisión que no ingresa
en la mentalidad juvenil que le parece geronte la falta de instantaneidad. Pues
seré una anciana de 48 pirulos, ningún problema. Comparto aquellos buenos
momentos en que administraba de ese modo la lectura, volveré. Ya se me pasó la
"novedad", me da más ternura que risa, cuando me dicen "¡Ah!
Volviste", como si me hubiera ido. Ni de vacaciones salí, tuve la dicha de
concluir aquel trabajo.
Ahí está, la confusión de creer que un espacio virtual es
otra cosa: ¿plataforma de pertenencia? ¿lugar de socialización? ¿conteo de
aprobación?. Una señora inteligente me mostró casi en paroxismo cuántos grupos
tenía, administraba y que cómo hacía para no volverse loca con esa realidad:
creo que el estado de cordura no depende del WA ¿no?
Otra vez decanta, las TIC no hacen más que patentizar
cuestiones que existían per se. Es muy probable que la hiper conectividad haga
despertar la ansiedad, inseguridad y tantas características humanas. En vez de
potenciar lo negativo, ¿por qué no utilizarlas para VER? Detectar estos
aspectos que inhiben la autonomía y determinación para corregir, modificar
hábitos, digo.
Yo estoy en ese proceso, en ordenar prioridades. No
encontré un sonido distinto para detectar los mensajes de mis más
queridos, pues silencio el resto y los
miro cuando puedo y QUIERO. ¿Acaso hay obligación de responder todo? Una madre
de un compañero de mi hijo se despechó porque no respondí ¿cómo sintetizar por
ahí qué pensamos del consumo de alcohol en reuniones adolescentes?
Creo que no se analiza al WA como medio de comunicación,
se lo utiliza y ya. ¿Se puede decir seriamente que una pareja se rompe porque
existe WA? Un matrimonio no tambalea por los mensajes, son ellos los que
decantan, aceleran un proceso que ya estaba iniciado. Hasta se publican
titulares de si es correcto revisar (verbo más de la docencia que de la
familia) el correo o WA del marido.
¿Y el valor de la intimidad? Bueno, este concepto amerita otra columna, en
la era de la hiper conexión ¿dónde queda el Yo? Los adolescentes ya construyen
subjetividad con la aprobación virtual…. Difícil.