miércoles, 18 de mayo de 2011

Morte

Hoy sentí el acecho de la muerte con un vivísimo vigor, valga la paradoja. Sintiéndome más viva que en los mejores momentos, percibí cuán doloroso, y hasta habitual para algunos, debe ser convivir con la muerte. Tuve una tarde agotadora, de eternas peleas de mis hijos por las cuestiones más nímeas, entre ellos, conmigo y la vida, el asunto era pelear. Entre medio de reiteradas solicitudes de baños, preparar cosas para mañana, tareas, etc., me llama una queridísima amiga. Para decirme que soy bruja, que me anticipé a un episodio doloroso con su familia.
Ya he escrito acerca de su terrible desgracia, el año pasado asesinaron a su hijo mayor de 16 años, aún no sé cómo hace para seguir. Aparentemente nuestras locas conversaciones parecen empujar algo, ¡cuánto me gustaría aliviar en algo tanto padecimiento! El caso es que vemos la vida desde lugares bastante similares, a mi me falta su eterna bondad e infinita misericordia, por eso será que me hace tanto bien, aprendo de ella cómo ser mejor persona.
Para seguir el hilo de un discurso extremadamente doloroso, detuve la marcha del auto y me dejé iluminar por una luna casi llena que hacía de bálsamo para abrir más mis corazón a sus palabras. Cuando hablábamos de fechas, me acordé de repente que a fin de este mes se cumplen tres años de la partida de mi adorada hermana, que la extraño tanto como el primer día. No comparto lo conversado, porque pertenece a su más exclusiva intimidad y como tal lo preservo.
Cuando terminé de hacer unas compras, vI a un ex vecino que quedó viudo. La mujer era un encanto, joven y muy linda, con la voz ronca que delataba el abuso del tabaco que no detuvo la batalla hasta ganarla con un cáncer. La vida nos devuelve cosas y este año tengo de alumno a su hijito menor, que tiene los mismos ojos que su madre: dos líneas azules intensas. Es una cosita adorable ese nene de 12 años, tengo que cuidarme para que no se ostensible la enorme ternura que despierta en mí. Ha crecido sin su mamá, y cada vez que puedo lo mimo como si fuera mi hijo. En esos casos, me mira sorprendido y con esa carita de medio dormido  me agradece el gesto como si fuera algo por demás extraño.
Fue ver a ese hombre, el padre del pequeñín, en un negocio que suele estar habitado por mujeres, una mercería, lo que me hizo atar cabos y caer en la cuenta que la muerte está ahí, del otro lado de la esquina. Cuando menos nos lo imaginamos, ZAS, se aparece y lleva un pedazo de nuestro corazón.
Cuando volví a casa se me pasó todo, vi a mis hijos llena de gratitud y comimos entre risas y complicidades.
GRACIASGRACIASGRACIASGRACIASGRACIASGRACIASGRACIASGRACIASGRACIASGRAC

2 comentarios:

  1. Una entrada que refleja la vida tal cual es... por ese camino final vamos todos, tarde o temprano. Y qué bueno que cuentes con una amiga, a pesar de la pérdida de su hijo, con un gran corazón. Es cierto, ayuda a comprender la vida mejor... o a tranquilizarnos ante lo inevitable.

    Hacía tiempo que no pasaba por tu blog. Te debía una visita. Te dejo muchos saludos desde Berlín.

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  2. que tal..! pasaba a saludarte
    y a invitarte a pasar por mi blog..
    he subido un texto nuevo..
    te dejo un fuerte abrazo!!!

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