viernes, 21 de septiembre de 2012

Caras merecidas

Cuánto le gusta escuchar a la gente una frase reiterada por un cercano: "después de los cuarenta, tenemos la cara que nos merecemos": gran verdad. El rictus más habitual nos va dando forma al rostro, cuánto impactan ciertas caras de... ¿enojo?, con el seño fruncido e invisibles orejeras, que no permiten ver más allá de las enormes limitaciones autoimpuestas.
También hay de las otras, alegres, con ojos que chispean brillo e invitan a celebrar; otras nos hacer reír de solo verlas, y puede ser por los más diversos motivos. El ideal es reír con esas caras y no de ellas ¿no?. Pero hoy pensé en una cara en particular, la de una hermana que vive lejos y está cerca. Si bien esa distancia no me permite seguir su día a día, sí noto la vida en su rostro cada vez que viene. Acaba de zarpar nuevamente para el norte.
Parece que los ojos se achicasen (con las consecuencias que producen en el entorno dérmico), pero no es prr miopía o falta de visión. Me parece que la mirada se profundiza, se amplía. Y eso le pasa a ella, tengo la sensación que cada vez observa más y mejor. Porque ese mirar repercute en el resto, da como un sosiego, una paz, una risa permanente, la que tienen los que ya saben, han vivido y aprendido. No dejaron que las penas o sufrimientos hayan sido en vano, aprendieron de ellas. Se fortalecieron, no son los mismos después de un pesar. Tampoco lo son las alegrías, porque las sombras nos permiten entender mejor la luz, sabemos que hay de las unas y las otras.
Qué si no eso es la vida, aprender a bailar bajo el frescor de un follaje y gozar de la tibieza del sol sin encandilarnos, ni amargarnos de las noches. Por más largas que sean, en algún  momento amanece.
Hoy disfruté tanto de las coronitas de novia..., cada rama parece invadida de tantas flores blancas que la hacen pesada y se estira hasta más no poder, pero sin siquiera rozar la hierba. Como aquel junco del que se enamoró la golondrina de "El príncipe Feliz" de Oscar Wilde. ¡Elasticidad señores! poder doblarse sin quebrarse, magnánima habilidad.

Por último, en honor a la primavera que hoy comienza, azaleas y glicinas: fiesta de colores maravillosos en mi paseo matinal.

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