lunes, 28 de marzo de 2016

Necesidad de Josés Troilos

La clave fue conseguir un trabajo, después vino la casa

Una empresa de transporte decidió darle una oportunidad y hoy tiene personas a cargo.

La casa de Jorge, ubicada en un barrio de Gregorio de Laferrère, es de material y no tiene nada que envidiarles a las de sus vecinos. "Nos estamos equipando", asegura Jorge con una sencillez que conmueve. Está buscando lugar para ubicar el lavarropas, el secarropas y otros tantos elementos que parecieran habituales, pero que empezó a adquirir cuando alcanzó la estabilidad gracias a su sueldo.


"El trabajo para mí es muy importante", dice Jorge, cuyo currículum sorprendió a Ricardo Pato, responsable de Familia con Dignidad, un programa de la Universidad Católica Argentina (UCA) que acompaña el proceso de reinserción. "Es un emprendimiento que se propone generar inclusión social, particularmente familias en situación de calle", explicó Pato.
Hace más de un año y medio que Jorge trabaja en Transporte Ideal San Justo SA, en donde es encargado de limpieza y tiene diez personas a su cargo.
Al empezar no fue fácil, porque sólo consiguió alquiler en zona sur, es decir, a unas tres horas de viaje para ir y otro tanto para volver. Pasó la prueba, se pudieron mudar a Laferrère y llegó el ascenso.
El pasado no importa
José Troilo es vicepresidente de Transporte Ideal San Justo SA y parte de la red generada para conseguir trabajo. "Nosotros necesitamos mano de obra competente, el pasado no inhabilita a los empleados", expresa con profunda bonhomía.
Troilo dice que el fragor de la exigencia diaria hace que algunas veces los problemas de los empleados sean malinterpretados como incumplimientos: "Los tiempos empresariales no dan margen a veces para escucharnos", lanza quien está a cargo de 900 personas.
-¿Habías trabajado antes en relación de dependencia?
-Sí, calculo que esa experiencia previa me ayudó a ubicarme nuevamente. Llegué a ser operario metalúrgico calificado, tenía oficio dice Jorge.
El miedo a volver se transforma en impulso para perpetuar lo conseguido. Para sacar el mejor provecho de aquella dura prueba y transmitir a sus hijos lo aprendido.
"¿Sabés lo que es para nosotros tener la heladera llena?", dice Jorge, que en algún momento buscó comida para sus hijos en la basura.

Cómo colaborar

Familia con Dignidad:  familiacondignidad@gmail.com

Salir de la calle: el drama de los que luchan para conseguir un techo.

Jorge Ifrán vivió durante un año en una plaza de Barracas junto a su mujer y sus dos hijos de 5 y 3 años; cartoneaba para sobrevivir hasta que llegó a un parador del gobierno porteño, donde una fundación lo ayudó a encontrar un trabajo


La fuerza de Jorge Ifrán es arrolladora, contagiosa como su sonrisa. Diferentes obstáculos lo llevaron a vivir en la calle durante un año, junto a su mujer y sus dos hijos, de 5 y 3 años. En marzo de 2014, decidió llamar al 108, línea directa del programa Buenos Aires Presente (BAP) del gobierno porteño. "Era una noche de lluvia, había armado un refugio con cartones (utilizando como estructura los aparatos para hacer gimnasia de la plaza) para que no se mojara mi familia", recuerda hoy sentado en el patio de su casa. Esta palabra tan habitual, marca un antes y un después en su vida.
"Situación de calle" es el término más utilizado para nombrar a aquellos que no tienen una vivienda: significa que se "habita" en las calles, lugar anónimo y de alta exposición. Gracias a la ayuda de Familia con Dignidad, un programa de la Universidad Católica Argentina (UCA) que acompaña el proceso de reinserción de personas en su situación, Jorge pudo salir de la calle, conseguir un trabajo en una empresa de transporte y vivir en una casa en Gregorio de Laferrère, La Matanza. Hoy, a los 38 años, se anima a contar su historia
-¿Cómo se llega a la calle?
-En mi caso fue paulatino, cada vez se complicaba más la situación habitacional. Los alquileres que no requieren garantía, que se arreglan de palabra, no se resuelven muy pacíficamente siempre. A la hora de "rescindir", no se informa por telegrama, pueden recurrir a la maldad o a la violencia.
-¿Entonces vivían con ese riesgo cotidiano?
-No, cuando la situación económica se hizo más difícil, Sabrina, mi mujer, se fue con los chicos a vivir a lo de una familia amiga. Ya sólo y en un ámbito tan adverso, un día tomé la decisión de irme. No sabía a lo que me enfrentaba, pero sí tenía claro que no podía vivir más como lo estaba haciendo. Trabajando en forma tan irregular, con gente más allá de los márgenes, acostumbrado a ver en mi entorno el uso de armas de fuego, adicciones y vínculos nada saludables.

-Sin embargo, la calle también es el "margen".
-Sí, pero ahí estaba solo, enfrentándome conmigo y mis propios límites. Pero después Sabrina se vino con los dos chicos, que en ese momento tenían 5 y 3 años. Quizás el hecho de estar todos juntos me impulsó a reaccionar, si bien cada vez que pensaba, y lo hacía permanentemente, no encontraba una salida. Era desesperante.
-¿Ofrece alguna posibilidad la calle? ¿Existe la solidaridad entre quienes están en la misma situación?
-Haber vivido allí durante un año demuestra que sí las hay, pero para sobrevivir, pasar el día y la noche. Se empieza siempre de nuevo, la carencia de un techo hace que no se pueda planificar ni guardar ni conservar nada. No diría que hay solidaridad, a lo sumo algunos códigos de respeto, pero el robo es moneda corriente.
-¿Y las ranchadas?
-Bueno, se puede compartir con alguien, pero no tiende a prolongarse. Cuando recién empezaba estaba con un muchacho que hacía tiempo vivía así y compartimos mucho. Me enseñó a defenderme, pero cuando no hay mucho para compartir se hace difícil. Quizás un peatón vea un grupo, pero en realidad dura el contenido de una botella o el tiempo de algún cigarro, después cada uno sigue buscando medios de subsistencia por su cuenta.
-¿Cada noche buscaban un lugar diferente o tenían un punto fijo?
-Nos instalamos debajo de un palo borracho en una plaza de Barracas, se marca territorio en la calle. Prefería estar ahí que en un banco, que también tienen sus ocupantes nocturnos permanentes. Sentía el cobijo, hasta las espinas del tronco daban protección, ahí se podía enganchar la frazada, así se marca el "sector". Son los códigos de la calle, donde se instala alguien se respeta.
-¿Cómo te higienizabas en la calle?
-Siempre estuve limpio, dentro de las posibilidades. Si estás muy desarreglado se hace cuesta arriba la relación con la gente, se asusta y te rechaza más. Usaba el fondo que queda en las botellas de shampoo, compraba hojas de afeitar, un pedazo de vidrio hacía de espejo y el agua de una canilla, de obra. Cuando conseguía ropa, lavaba la puesta del mismo modo, y compraba o rebuscaba jabón y la secaba en el banco de la plaza.
-¿Cómo te veía la gente? ¿Te sentiste discriminado alguna vez?
-Había de todo, algunos te tratan mal y te mandan a laburar, otros intentan ayudarte. Un 25 de diciembre una señora me dio un plato de lechón y una gaseosa en su casa. No me animaba a comer frente a ella y me lo llevé, no veía la hora de doblar en la esquina para hincar el diente y saciar el hambre.
-¿De qué vivían?
-Yo había empezado a cirujear antes, cuando dormía en ese cuarto del que debía cuotas de alquiler. Es un buen rebusque, porque se obtiene dinero de los desechos de otros. Pero la verdad es que cansa más que el rédito que se obtiene, es caminar y caminar todo el día con resultados inciertos. Vas conociendo las esquinas, negocios y grandes generadores de residuos. Algunas personas te acercan comida sin que les pidas. Jamás mendigué plata, sí comida. También Sabrina se ocupaba de cobrar la Asignación Universal por Hijo. Ahora ya no tenemos necesidad porque yo tengo trabajo.
-¿Cómo fue tu paso por el Centro de Inclusión Social Costanera Sur?
-Llegar allí fue el principio del cambio. Al cobijo y la alimentación se sumó el apoyo profesional, son equipos de dos que trabajan con quienes ingresan; todavía sigo en contacto con ellas. Mi hija menor, concebida allí, se llama Luciana Rocío, en homenaje a Luciana (psicóloga) y Rocío (trabajadora social) del Centro. También colabora ahí la gente de Familia con Dignidad de la UCA y me acompañaron en el proceso de inserción laboral. Mis hijas empezaron a ir al colegio. Se inició así un proceso que sigue al día de hoy, porque no es sencillo cambiar hábitos, modificar un estilo de vida.

-¿Te moviliza ver hoy gente en situación de calle?
-Sin duda, despiertan muchos recuerdos.

http://www.lanacion.com.ar/1871952-salir-de-la-calle-el-drama-de-los-que-luchan-para-conseguir-un-techo