martes, 15 de octubre de 2024

Nostalgia y ventana

  NOSTALGIA

¿Qué es la nostalgia?

La cercanía de la muerte o el simple hecho de entender la ¿fragilidad? del tiempo
Lo evanescente de lo vivido ¿olvido?
Jamás se repite, la rutina quizá ofrece esa seguridad, el sabor de predecir y saber
cómo será el circuito nuevamente cada vez.
Sin embargo la magia está en lo impredecible, en el no saber, que tanta veces produce angustia o ansiedad.


Lo inesperado sorprende y da sabor a la vida, de los buenos y los malos.Obligan a redescubrirnos, buscar más herramientas para situaciones nuevas

Eso, ahí está. La vida son las cosas nuevas, no existen las viejas, cada día, minuto se renuevan.

Entonces será cómo vemos, entendemos, percibimos: que cada instante es único e irrepetible,

sea de la rutina o la novedad.

Y volviendo a la nostalgia, es entender que todo tiempo pasado ES pasado y jamás volverá.

Los ciclos ordenan porque se repiten y nosotros no somos los mismos.

Reconocernos en cada uno de ellos como la persona transformada es a veces complejo.

Cada florecer nos maravilla cada vez más porque descubrimos nuevos colores y tiempos,

el verano recuerda anteriores más allá de lo inmodificable del calor.

El otoño anticipa el frío ¿final?


LA VENTANA




Me gusta mirar por la ventana 

y ver la gente pasar

adivino en sus caras vidas

en su andar preocupaciones

y en sus colores estados de ánimo.

Me alientan a salir de la cueva

si bien otras me seducen para no hacerlo

Con sol, indican cuánto abrigo deberé usar

con sombra, se aprecia más lo antes descripto: colores, rostros y preocupaciones

con lluvia, lo bendito del techo

No hay música ni locación que comunique más y mejor

Sólo mirar, observar y contemplar

la Realidad





viernes, 16 de julio de 2021

Hacer ESCUELA

 El título coincide con un programa del Ministerio de Educación de la Nación, que compartiré en otra entrada. Lo tomo prestado, porque luego de la pandemia, perdón, en medio de ella, me emociona más que de costumbre la "escolaridad". El aislamiento del año pasado evidenció con creces y casi violentamente, la importancia del Sistema Educativo. Más allá de mil fallas que pueda tener y tiene, con todo lo que se puede mejorar, no hay mejor tiempo para un niño que compartir con sus pares. Como dice el dicho, "todo en su justa medida y armoniosamente", sin duda.

Para quienes sentimos compromiso con la educación, creo que entendemos profundamente el alcance social para la niñez y adolescencia de "salir" de casa. Ese lugar que los acunó, los formó, les enseñó a comunicarse, los proveyó materialmente, necesita un respiro. El Nivel Inicial es el primer vuelo que hace un pichón fuera del nido, si ha salido antes, habrá sido a otros nidos avalados por papá y mamá. Se sabe que es la primera Institución, así con mayúsculas, a la que accede como protagonista, a menos que haya habido necesidad de una internación por probemas de salud, donde habrá estado con su familia.

Entonces, quienes ya conocieron ese vuelo no quieren de ningún modo volver al nido. En un principio, se habrá disfrutado de morigerar los madrugones, de escuchar la voz estridente de ciertos adultos del Sistema, de no tener que dar la cara frente a cuestiones, entre otras. Pero la cara mediatizada complejizó muchísimo la realidad infantil, como no podían ir a la escuela, la escuela se metió en las casas. Se coló por todos los ambientes, hablando en voz baja para que el docente no escuche gritos, habituales en la convivencia. Tampoco se podía poner música o hacer ruidos que interrumpan "la clase". Se fantaseó como ideal la posibilidad de un ambiente aislado para quien presencie una reunión virtual ¿Y la soledad? ¿Es lo mismo el compañero en un cuadradito al lado del preceptor o directivo?

No, sin duda que no. La ausencia de "paridad" probablemente sea lo que más extrañaron, que se "vive" conviviendo.

viernes, 22 de julio de 2016

Otra vez el DOLOR

Tengo una herida tan profunda en el corazón…. palpita de dolor mi alma. Sentimientos conocidos que parecen resurgir frente a ciertos estímulos que nadie quiere volver a tener. ¿Cómo será el dolor desgarrador? ¿Cada vez que aparece, como en un juego de espejos, despierta aquellos otros motivos que en la historia personal despertaron esta escisión?
No es angustia, y vuelve el detalle por etiquetar cada sensación para poder entender lo inentendible, asir lo inabordable. Es dolor, puro y claro, lacerante y perpetuo. Sí, no termina porque cada vez que ocurre una desgracia despierta como un viejo monstruo que va tomando todo de nosotros. Levantarse de la cama a la mañana es una tarea ciclópea porque la vida pesa. Sí, pesa mucho andar con este descarnado encima.
Otra vez intentar comprender o saber cómo hacer para convivir con esto…. ¡Basta! Y entonces la Razón hace entender que hay otros con más padecimientos, que aún sonríen. Sin duda el propio no aminora, pero hace que una fuerza desconocida haga de resorte para seguir y seguir…
¿Duele más el dolor ajeno que el propio?
Sí, acompañar el padecimiento de la generación que nos precede es… Terrible. Los años vividos nos posicionan más fuertes ¿sólidos? frente a la adversidad. Y surge la sin razón de preguntas del ¿por qué a él? Si en sus cortos 27 ya sufrió la pérdida de su amada madre, en un calvario que habrá percibido como eterno. Vuelve… Otra vez un cerebro Amado dañado…., otra vez la recuperación… otra vez la expectativa por un futuro más que incierto…. Otra vez.
¿Por qué? Sin duda el tiempo dará pistas de alguna respuesta, pero Hoy… cómo duele, lacera, parte, sangra y duele. Cómo duele hoy.

Pipe te AMO

jueves, 21 de abril de 2016

Cómo vivir sin Whatsapp y no morir… al volveeeerrrr

Un mes antes de terminar el 2015 ¿perdí? el celular. El despiste inhibe de acusar a un amigo de la ajeno. Parece que detectan a quienes andan en y con muchas cosas, y a la hora de pagar en la caja de un super, sacamos un poco lo de la cartera y se ve que no todo vuelve. Eso ocurrió el año pasado. Lo tomé como desafío ¿cómo será? Nunca dudé de la posibilidad, se puede sin duda, pero ¿cómo?
Fue un verano bello, bellísimo, de mucho trabajo: el cierre de una tesis de posgrado, más allá de coordinar con quienes había que entrevistar, la actividad no demandaba el WA. Con llamadas y… "mensajes de texto" se pudo. Ahí valoré tanto a quienes se sometieron al robo de las empresas de telefonía celular, que cobran cada envío (al principio eran gratis, como WA, pero ahora nop). Sin duda que los intercambios se redujeron, y mucho. Pero como siempre, estas situaciones decantan. Mi cercanía al medio siglo hace que varias decantadores se hayan presentado en cada década, sin embargo los tamices siempre son buenos.
Si recuerdo bien, hubo un solo reclamo de alguien querido "Eh… estás desconectada, ahora no sabemos nada de vos". El número de teléfono nunca cambió (sí el aparato, anduve con un pequeño Nokia antediluviano que, más allá de la nostalgia, me obligaba a medir la necesidad de cada mensaje por lo incómodo del teclado).
"A lo fácil nos acostumbramos rápido, lo difícil es al revés", frase popular absolutamente corroborada en estos meses. Cuando surgieron los mensajes de texto, estábamos maravillados y nadie cuestionaba cuántas veces había que apretar una tecla para que aparezca la "Z". En el verano, de tan insoportable ese viejo teclado, reducía el envío de mensajes a los imprescindibles. Así fue que me independicé tanto y eran más las quejas del entorno que mías. Debo una disculpa a mis hijos, de cuyos WA abusé: "avisale a Papa…", "preguntale a tu hermano a qué hora vuelve", "¿Comen en casa?" y tantas otras que estaban incorporadas por la existencia del WA. Cuando estaba sola me adaptaba más a ciertas incertidumbres e, insisto, en caso extremo mensaje de texto o llamadas.
Ahora, vuelta al mundo wasapero, noto tendencias previas a la pérdida del celu y es casi inconsciente cómo le damos tanto espacio a esta conexión, que no es comunicación. Estoy en batalla con esos hábitos incorporados para darles sentido y organizar el día con autonomía de tanto que leemos ¿cuántos son necesarios? Es cierto que al abrir y ver los redondelitos verdes, automáticamente pispeamos, no sé si por curiosidad, ansiedad o dejarlo "limpio" para no sumar otro pendiente para después. En momentos de mucha actividad, me organizaba y los leía cuando podía, decisión que no ingresa en la mentalidad juvenil que le parece geronte la falta de instantaneidad. Pues seré una anciana de 48 pirulos, ningún problema. Comparto aquellos buenos momentos en que administraba de ese modo la lectura, volveré. Ya se me pasó la "novedad", me da más ternura que risa, cuando me dicen "¡Ah! Volviste", como si me hubiera ido. Ni de vacaciones salí, tuve la dicha de concluir aquel trabajo.
Ahí está, la confusión de creer que un espacio virtual es otra cosa: ¿plataforma de pertenencia? ¿lugar de socialización? ¿conteo de aprobación?. Una señora inteligente me mostró casi en paroxismo cuántos grupos tenía, administraba y que cómo hacía para no volverse loca con esa realidad: creo que el estado de cordura no depende del WA ¿no?
Otra vez decanta, las TIC no hacen más que patentizar cuestiones que existían per se. Es muy probable que la hiper conectividad haga despertar la ansiedad, inseguridad y tantas características humanas. En vez de potenciar lo negativo, ¿por qué no utilizarlas para VER? Detectar estos aspectos que inhiben la autonomía y determinación para corregir, modificar hábitos, digo.
Yo estoy en ese proceso, en ordenar prioridades. No encontré un sonido distinto para detectar los mensajes de mis más queridos,  pues silencio el resto y los miro cuando puedo y QUIERO. ¿Acaso hay obligación de responder todo? Una madre de un compañero de mi hijo se despechó porque no respondí ¿cómo sintetizar por ahí qué pensamos del consumo de alcohol en reuniones adolescentes?
Creo que no se analiza al WA como medio de comunicación, se lo utiliza y ya. ¿Se puede decir seriamente que una pareja se rompe porque existe WA? Un matrimonio no tambalea por los mensajes, son ellos los que decantan, aceleran un proceso que ya estaba iniciado. Hasta se publican titulares de si es correcto revisar (verbo más de la docencia que de la familia) el correo o WA del marido.

¿Y el valor de la intimidad?  Bueno, este concepto amerita otra columna, en la era de la hiper conexión ¿dónde queda el Yo? Los adolescentes ya construyen subjetividad con la aprobación virtual…. Difícil.

lunes, 28 de marzo de 2016

Necesidad de Josés Troilos

La clave fue conseguir un trabajo, después vino la casa

Una empresa de transporte decidió darle una oportunidad y hoy tiene personas a cargo.

La casa de Jorge, ubicada en un barrio de Gregorio de Laferrère, es de material y no tiene nada que envidiarles a las de sus vecinos. "Nos estamos equipando", asegura Jorge con una sencillez que conmueve. Está buscando lugar para ubicar el lavarropas, el secarropas y otros tantos elementos que parecieran habituales, pero que empezó a adquirir cuando alcanzó la estabilidad gracias a su sueldo.


"El trabajo para mí es muy importante", dice Jorge, cuyo currículum sorprendió a Ricardo Pato, responsable de Familia con Dignidad, un programa de la Universidad Católica Argentina (UCA) que acompaña el proceso de reinserción. "Es un emprendimiento que se propone generar inclusión social, particularmente familias en situación de calle", explicó Pato.
Hace más de un año y medio que Jorge trabaja en Transporte Ideal San Justo SA, en donde es encargado de limpieza y tiene diez personas a su cargo.
Al empezar no fue fácil, porque sólo consiguió alquiler en zona sur, es decir, a unas tres horas de viaje para ir y otro tanto para volver. Pasó la prueba, se pudieron mudar a Laferrère y llegó el ascenso.
El pasado no importa
José Troilo es vicepresidente de Transporte Ideal San Justo SA y parte de la red generada para conseguir trabajo. "Nosotros necesitamos mano de obra competente, el pasado no inhabilita a los empleados", expresa con profunda bonhomía.
Troilo dice que el fragor de la exigencia diaria hace que algunas veces los problemas de los empleados sean malinterpretados como incumplimientos: "Los tiempos empresariales no dan margen a veces para escucharnos", lanza quien está a cargo de 900 personas.
-¿Habías trabajado antes en relación de dependencia?
-Sí, calculo que esa experiencia previa me ayudó a ubicarme nuevamente. Llegué a ser operario metalúrgico calificado, tenía oficio dice Jorge.
El miedo a volver se transforma en impulso para perpetuar lo conseguido. Para sacar el mejor provecho de aquella dura prueba y transmitir a sus hijos lo aprendido.
"¿Sabés lo que es para nosotros tener la heladera llena?", dice Jorge, que en algún momento buscó comida para sus hijos en la basura.

Cómo colaborar

Familia con Dignidad:  familiacondignidad@gmail.com

Salir de la calle: el drama de los que luchan para conseguir un techo.

Jorge Ifrán vivió durante un año en una plaza de Barracas junto a su mujer y sus dos hijos de 5 y 3 años; cartoneaba para sobrevivir hasta que llegó a un parador del gobierno porteño, donde una fundación lo ayudó a encontrar un trabajo


La fuerza de Jorge Ifrán es arrolladora, contagiosa como su sonrisa. Diferentes obstáculos lo llevaron a vivir en la calle durante un año, junto a su mujer y sus dos hijos, de 5 y 3 años. En marzo de 2014, decidió llamar al 108, línea directa del programa Buenos Aires Presente (BAP) del gobierno porteño. "Era una noche de lluvia, había armado un refugio con cartones (utilizando como estructura los aparatos para hacer gimnasia de la plaza) para que no se mojara mi familia", recuerda hoy sentado en el patio de su casa. Esta palabra tan habitual, marca un antes y un después en su vida.
"Situación de calle" es el término más utilizado para nombrar a aquellos que no tienen una vivienda: significa que se "habita" en las calles, lugar anónimo y de alta exposición. Gracias a la ayuda de Familia con Dignidad, un programa de la Universidad Católica Argentina (UCA) que acompaña el proceso de reinserción de personas en su situación, Jorge pudo salir de la calle, conseguir un trabajo en una empresa de transporte y vivir en una casa en Gregorio de Laferrère, La Matanza. Hoy, a los 38 años, se anima a contar su historia
-¿Cómo se llega a la calle?
-En mi caso fue paulatino, cada vez se complicaba más la situación habitacional. Los alquileres que no requieren garantía, que se arreglan de palabra, no se resuelven muy pacíficamente siempre. A la hora de "rescindir", no se informa por telegrama, pueden recurrir a la maldad o a la violencia.
-¿Entonces vivían con ese riesgo cotidiano?
-No, cuando la situación económica se hizo más difícil, Sabrina, mi mujer, se fue con los chicos a vivir a lo de una familia amiga. Ya sólo y en un ámbito tan adverso, un día tomé la decisión de irme. No sabía a lo que me enfrentaba, pero sí tenía claro que no podía vivir más como lo estaba haciendo. Trabajando en forma tan irregular, con gente más allá de los márgenes, acostumbrado a ver en mi entorno el uso de armas de fuego, adicciones y vínculos nada saludables.

-Sin embargo, la calle también es el "margen".
-Sí, pero ahí estaba solo, enfrentándome conmigo y mis propios límites. Pero después Sabrina se vino con los dos chicos, que en ese momento tenían 5 y 3 años. Quizás el hecho de estar todos juntos me impulsó a reaccionar, si bien cada vez que pensaba, y lo hacía permanentemente, no encontraba una salida. Era desesperante.
-¿Ofrece alguna posibilidad la calle? ¿Existe la solidaridad entre quienes están en la misma situación?
-Haber vivido allí durante un año demuestra que sí las hay, pero para sobrevivir, pasar el día y la noche. Se empieza siempre de nuevo, la carencia de un techo hace que no se pueda planificar ni guardar ni conservar nada. No diría que hay solidaridad, a lo sumo algunos códigos de respeto, pero el robo es moneda corriente.
-¿Y las ranchadas?
-Bueno, se puede compartir con alguien, pero no tiende a prolongarse. Cuando recién empezaba estaba con un muchacho que hacía tiempo vivía así y compartimos mucho. Me enseñó a defenderme, pero cuando no hay mucho para compartir se hace difícil. Quizás un peatón vea un grupo, pero en realidad dura el contenido de una botella o el tiempo de algún cigarro, después cada uno sigue buscando medios de subsistencia por su cuenta.
-¿Cada noche buscaban un lugar diferente o tenían un punto fijo?
-Nos instalamos debajo de un palo borracho en una plaza de Barracas, se marca territorio en la calle. Prefería estar ahí que en un banco, que también tienen sus ocupantes nocturnos permanentes. Sentía el cobijo, hasta las espinas del tronco daban protección, ahí se podía enganchar la frazada, así se marca el "sector". Son los códigos de la calle, donde se instala alguien se respeta.
-¿Cómo te higienizabas en la calle?
-Siempre estuve limpio, dentro de las posibilidades. Si estás muy desarreglado se hace cuesta arriba la relación con la gente, se asusta y te rechaza más. Usaba el fondo que queda en las botellas de shampoo, compraba hojas de afeitar, un pedazo de vidrio hacía de espejo y el agua de una canilla, de obra. Cuando conseguía ropa, lavaba la puesta del mismo modo, y compraba o rebuscaba jabón y la secaba en el banco de la plaza.
-¿Cómo te veía la gente? ¿Te sentiste discriminado alguna vez?
-Había de todo, algunos te tratan mal y te mandan a laburar, otros intentan ayudarte. Un 25 de diciembre una señora me dio un plato de lechón y una gaseosa en su casa. No me animaba a comer frente a ella y me lo llevé, no veía la hora de doblar en la esquina para hincar el diente y saciar el hambre.
-¿De qué vivían?
-Yo había empezado a cirujear antes, cuando dormía en ese cuarto del que debía cuotas de alquiler. Es un buen rebusque, porque se obtiene dinero de los desechos de otros. Pero la verdad es que cansa más que el rédito que se obtiene, es caminar y caminar todo el día con resultados inciertos. Vas conociendo las esquinas, negocios y grandes generadores de residuos. Algunas personas te acercan comida sin que les pidas. Jamás mendigué plata, sí comida. También Sabrina se ocupaba de cobrar la Asignación Universal por Hijo. Ahora ya no tenemos necesidad porque yo tengo trabajo.
-¿Cómo fue tu paso por el Centro de Inclusión Social Costanera Sur?
-Llegar allí fue el principio del cambio. Al cobijo y la alimentación se sumó el apoyo profesional, son equipos de dos que trabajan con quienes ingresan; todavía sigo en contacto con ellas. Mi hija menor, concebida allí, se llama Luciana Rocío, en homenaje a Luciana (psicóloga) y Rocío (trabajadora social) del Centro. También colabora ahí la gente de Familia con Dignidad de la UCA y me acompañaron en el proceso de inserción laboral. Mis hijas empezaron a ir al colegio. Se inició así un proceso que sigue al día de hoy, porque no es sencillo cambiar hábitos, modificar un estilo de vida.

-¿Te moviliza ver hoy gente en situación de calle?
-Sin duda, despiertan muchos recuerdos.

http://www.lanacion.com.ar/1871952-salir-de-la-calle-el-drama-de-los-que-luchan-para-conseguir-un-techo