martes, 22 de marzo de 2011

Mundo ferroviario

Tuve la buena fortuna de viajar la semana pasada en tren desde Retiro hasta Del Viso, QUÉ LINDO, cómo me gusta andar en tren. Llegué a percibir hasta su olor, hay algo que se impregna desde la nariz hasta los huesos que sólo se huele en las estaciones de tren, es un aroma más que especial. La densidad del aire es particular, el ritmo del movimiento de los que por ahí circulan también tiene su tempo propio. Las caras, el pelo, la ropa, el modo de sentarse en un banco del andén para esperar  el tren, el tipo de letra de los carteles que ofrecen el mundo entero mientras se hace tiempo hasta que se siente el ruido infernal de la locomotora, no sé, todo parece eterno, atemporal.
Con muchos viajes hechos en mi infancia, puedo sentir que el tiempo no ha pasado y que ciertos ancianos que caminan como fantasmas son los mismos que había visto hace unos 35 años. Insisto, no hay moda, sólo un modo, el ferroviario. La sensación de ver el horizonte recortado por naturaleza o civilización, chicos que saludan desde el llano y esperaban la pasada del convoy como el último evento interesante del día. Sacar la cabeza por la ventana, cerrar los ojos y sentir como propio todo ese aire que los vagones desplazan y terminan depositando en mi cara. O en la misma posición con los ojos bien abiertos para impregnar en las pupilas toda esa vorágine  que pasa frente a nosotros, percibiendo una velocidad realmente mayor a la real.
Me voy a dormir, sigo mañana. Voy a descansar pensando en el tren

lunes, 14 de marzo de 2011

Del sol que castiga al que abriga

Hemos padecido en Buenos Aires una semana que quemó, sí literalmente incendiaria. No sólo elevadas temperaturas, sino el condimento de la llanura Pampeana: altísimo porcentaje de humedad. La palabra aplastante no alcanza, jornadas agotadoras. Al anochecer del viernes empezó a moverse el aire hasta llegar a un gran viento. Acá en Pilar se cortaba la luz y volvía permanentemente. A la noche fui a una reunión y éramos varios alrededor de una mesa iluminada por dos velas, sensación más que interesante. El fenómeno más extraño se daba al salir de la casa, el resplandor del cielo (luna nueva y algo nublado) iluminaba bastante y pese a la oscuridad total, al aire libre se veía bastante.
Habituados a vivir con todo el confort (a veces cayendo en la peligrosa trampa de considerarlo natural, y no valorando cada paso y avance de la humanidad) me gustó la experiencia. A la tarde una vecina con los ojos dilatados del calor, me contó que durante la tarde pasó lo que dije con la electricidad, nada de aire acondicionado. El caso es que el sábado vino la lluvia anunciada durante toda la semana, calculo que por los acertados vaticinios del servicio meteorológico y la imperiosa necesidad de los derretidos ciudadanos. No fue tan intensa como ventosa, parecían vientos huracanados. Con ellos vino el FRESCO.
Ayer la temperatura bajó hasta los 9° C y el viernes la térmica pasó los 35°. Considero esta la mejor síntesis del ser argentino. Esta capacidad de adaptación a semejante cambio, hace nuestra visión, cultura, idiosincrasia.
¡Ah! Con todo, AMO SER ARGENTINA.