martes, 23 de febrero de 2010

Espacios

Cuán cierto es que el espacio se conquista, no se regala. Se lo escuché a quien admiraba hace más de veinte años, y hoy lo sigo comprobando. Algo así me pasa con la casa en la que vivo desde mediados de noviembre. En estos días estoy algunas mañanas y otras tardes y veo cómo cambia la luminosidad en relación a la primavera, ahora es agradable recibir los últimos rayos de sol desde entre los árboles, en enero era un azote, un caldero. Adoro el sol adentro de donde se vive. En el medio hubo unos veinte días en la playa, al volver todavía tenía reminiscencias de la casa anterior. Me preguntaba si con los años la capacidad de adaptación se aletarga. Me lleva más tiempo apropiarme de este espacio, que sin prisa disfruto mucho.
Hoy estuve en tribunales, enorme edificio con laberínticos pasillos, donde habitan especialistas en leyes. Fue ingresar en un mundo distinto, cómo conviven en la misma ciudad diversidad de espacios. Muy probablemente sin saber el uno del otro. Subí unas escalinatas dignas de principado, bajaban hombres sumamente atildados y muejeres ídem, que de tan serias casi pierden la femeneidad. Una muy joven, calculo que próxima a recibirse de abogada, rigoreaba a través del celular a algun pobre diablo. Muy bien vestida por cierto, estudiosa seguramente, y con muy poca educación. Y no hablo de instrucción, es muy probable que sea una universitaria, pero el volumen y tono de voz la dejaban muy mal parada. Hasta llamativa era, sobre ella se posó más de una mirada seductora, pero algunas cosas no se aprenden en el ámbito académico, en fin, ojalá sea muy exitosa en su carrera. Por el trabajo y pasión que demostró hablando por teléfono, se lo merece.
Después de buscar como en un circo el juzgado al que tenía que ir (cerrado hasta la próxima semana, decía un cartel), busqué un baño casi desesperadamente. Lo encontré cerrado con llave. En el apuro ingresé a un lugar contiguo que parecía una cocina: encontré dos borrachines coloradones que asustaban con la mirada. Sali corriendo. Al recibir el sol en la cara después de bajar aquellas escalinatas, me sentí devuelta en mi mundo. Invito a que todos se sumergan en los mundos que los circundan.
También a ver "El secreto de sus ojos" de Juan José Campanella, candidata al Oscar como mejor película extranjera. Se refleja perfectamente el mundillo judicial. Dicho esto por un juez y cantidad de gente que pasó más de la mitad de su vida circulando por estos pasillos.

2 comentarios:

  1. He sacado cinco minutos antes de irme a la cama para descansar de la última noche en el hospital y ver tu blog, tan familiar muchas veces.

    Yo tuve una experiencia parecida y muy distinta en los juzgados ayer... entré en el edificio, enorme, demoledor, gris, en el que el ojo de la justicia parece posarte sobre ti. La gente que me rodeaba tenía caras tristes, indiferentes... pero yo debía ser distinto. El guardia nada más mirarme, sonrió y me dijo: "para inscribir al pequeño en el registro, en las ventanillas del final". Será verdad que un padre va con cara de tonto a todas partes? Qué emoción!!!

    Un saludo alegre...

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  2. Ningún tonto Angelillo, eso es la plena felicidad que se exhuda por los poros.

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