jueves, 25 de febrero de 2010

Cieguita acompañada

Hace unos ocho años aprecié cómo una madre ciega llevaba a su chiquito a clases de inglés. Sin duda conmovía, cada vez que la veía agradecía íntimamente poder ver. El hijo parecía displicente con ella, como si tal cosa. Desde mi ignorancia pretendía que la atendiese como a una reina, que la cuide, la acompañe, que tantas cosas. Pero no veía yo, que sólo tenía seis o siete años, y para él era su mamá que lo cuidaba. Dejé de verlos hasta hoy.
Al cruzar una calle disfrutando el sol benévolo de mañana fresca, veo venir a una mujer con anteojos negros y bastón. A su lado un hombre la acompañaba. "Miré" mejor y reconocí a aquel niño que se dejaba ahijar por su madre ciega. Qué protector, cuánto amor acompañando a su mamá. Qué ciega estaba yo en aquella oportunidad, por suerte Dios me dió vida para aprender que la que no veía entonces era yo. Ese joven hoy me abrió los ojos, gracias.

martes, 23 de febrero de 2010

Espacios

Cuán cierto es que el espacio se conquista, no se regala. Se lo escuché a quien admiraba hace más de veinte años, y hoy lo sigo comprobando. Algo así me pasa con la casa en la que vivo desde mediados de noviembre. En estos días estoy algunas mañanas y otras tardes y veo cómo cambia la luminosidad en relación a la primavera, ahora es agradable recibir los últimos rayos de sol desde entre los árboles, en enero era un azote, un caldero. Adoro el sol adentro de donde se vive. En el medio hubo unos veinte días en la playa, al volver todavía tenía reminiscencias de la casa anterior. Me preguntaba si con los años la capacidad de adaptación se aletarga. Me lleva más tiempo apropiarme de este espacio, que sin prisa disfruto mucho.
Hoy estuve en tribunales, enorme edificio con laberínticos pasillos, donde habitan especialistas en leyes. Fue ingresar en un mundo distinto, cómo conviven en la misma ciudad diversidad de espacios. Muy probablemente sin saber el uno del otro. Subí unas escalinatas dignas de principado, bajaban hombres sumamente atildados y muejeres ídem, que de tan serias casi pierden la femeneidad. Una muy joven, calculo que próxima a recibirse de abogada, rigoreaba a través del celular a algun pobre diablo. Muy bien vestida por cierto, estudiosa seguramente, y con muy poca educación. Y no hablo de instrucción, es muy probable que sea una universitaria, pero el volumen y tono de voz la dejaban muy mal parada. Hasta llamativa era, sobre ella se posó más de una mirada seductora, pero algunas cosas no se aprenden en el ámbito académico, en fin, ojalá sea muy exitosa en su carrera. Por el trabajo y pasión que demostró hablando por teléfono, se lo merece.
Después de buscar como en un circo el juzgado al que tenía que ir (cerrado hasta la próxima semana, decía un cartel), busqué un baño casi desesperadamente. Lo encontré cerrado con llave. En el apuro ingresé a un lugar contiguo que parecía una cocina: encontré dos borrachines coloradones que asustaban con la mirada. Sali corriendo. Al recibir el sol en la cara después de bajar aquellas escalinatas, me sentí devuelta en mi mundo. Invito a que todos se sumergan en los mundos que los circundan.
También a ver "El secreto de sus ojos" de Juan José Campanella, candidata al Oscar como mejor película extranjera. Se refleja perfectamente el mundillo judicial. Dicho esto por un juez y cantidad de gente que pasó más de la mitad de su vida circulando por estos pasillos.

lunes, 22 de febrero de 2010

Tiempo

Concepto amplio si lo hay, El Tiempo. La vida que solemos llevar lo hace parecer un bien escaso, escurridizo, siempre nos falta. Su buena administración marca enormes diferencias: planificar, programar, decir que no, concentrarse y decidirse a usarlo..., ¿como corresponde? ¿Quién sabrá cómo hay que hacerlo? Yo aún estoy en vías de aprender, nunca termino de encontrarle la vuelta, siento que siempre me gana (¿será acaso una carrera?).
Ayer me pasó algo con el tiempo vivido, el paso del tiempo, la toma de conciencia de lo recorrido. Llevé al menor de mis hijos a conocer la casa de mi infancia y me dió tanta nostalgia, todavía no termino de ordenar qué despertó esa visita. La casa ya la había visto antes, viviendo en otro lado, pero ayer, no sé, trataré de dilucidarlo. Cuando nos íbamos, se acercaba por la calle un grupo de chicos que miré desde mis 42 con los ojos míos de otra época. Fue muy extraño, todavía no termino de comprender. A la edad de ellos, 14 o 16 años, yo vivía en esa casa. En el mismo entorno de antaño, yo parada ahí, una generación por arriba, todavía me quedan ritmos de aquella juventud.
Algo así me pasa también cuando observo algo como un ciprés alto que contrasta con un cielo celestísimo, o veo un viejito muy viejo en una bici destartalada, situaciones o imágenes que no tienen tiempo y pude haberlas visto hace 35 años. Y ahí resurge esta locura del tiempo que pasa y a la vez se queda, cosas que permanecen igual a pesar del paso del tiempo. Sin embargo la vida se encarga de recordarme que el calendario es bien dinámico.
Última: antes que se duerma el mismo que me acompañó a la casa de mi infancia, apoyé mi cabeza en su pecho: escuché muy profundos los latidos de su corazón. Me emocioné pensando que hace diez años se me caían las lágrimas cuando los escuchaba a través del ecógrafo. Es ese mismo corazón que sin perder el ritmo late tantas veces por minuto. Eso sí que no cambia, cuando deja de hacerlo todo termina. Existen dos instancias, el tiempo sólo marca el antes y el después.

domingo, 21 de febrero de 2010

Registrar un momento para los demás

Después de tremendo temporal ayer (empezó antes de las 18 y en forma intermitente siguió hasta hoy, con períodos prolongados en los que dejaba de llover), hoy fue un día ideal para estar en casa. Se pasó casi toda la tarde poniéndome al día con algunos capítulos de mi novela que mi hijo grabó y doblando y guardando ropa limpa. Anoche mi hija recibió cinco invitadas a dormir. El cuarto destinado para ellas se llovió bastante y había que poner colchones en el piso. Por suerte se resolvió y ellas lo pasaron bárbaro.
A medida que llegaban subían a su cuarto y después de gritillos, saltos, rizotadas y muchísimo parloteo bajaron en pijama y... maquilladas. Esas caras que quieren ser adultas, pero una mirada inocente delata la niñez ¡Qué ternura! Después me enteré que los sonidos que se escuchaban respondían a la sesión de fotos. Todas practicamente, tienen su máquina y me da la sensación, que muchas cosas se hacen/viven para la foto. La pintura de la cara era justamente para que quede registrada en la imagen, después subirla a facebook y compartir con quienes no estuvieron ese momento.
No analizo desde lo correcto o no, el deber ser y eso. Sencillamente me sorprende cuán distinta es la niñez de ahora que la de hace cuarenta años. En el medio ¿pasaron tantas cosas como para que veamos y vivamos tan distinto? y..., sí. Pasó de todo, es bueno tenerlo en cuenta para ser más accesibles e intentar aunque mal no sea, acercarnos y entender un poco a las nuevas generaciones.

viernes, 19 de febrero de 2010

Huellas

En la caminata mañanera me topé con un camión estacionado que tenía la incripción "Huevos, la buena huella". Al terminar de atraversarlo, encontré la cómica paradoja de un caminito de bosta que salía de abajo: ¡Qué huella! En realidad no empezaba ahí, sino que terminaba. A varios metros había un carro con un caballo, sin duda autor de los desperdicios. Como terminaba el reguero debajo del transporte, todo parecía indicar que la huella de los huevos era maloliente.
El feo olor viene de otro lado
Hace no mucho en nuestra patria se comenzó a denominar "cartonero" a quienes... ¿trabajan? juntando basura domiciliaria en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Parece ser un término nuevo, pero el oficio lo recuerdo desde mi infancia. Empezaron a hacerse más visibles por la crisis social, y los medios de comunicación a veces son quienes dan nombre a la realidad. Como así salía publicado en la tapa de los diarios, así los menciona la tv y la radio. Y todos obedientes les decimos cartoneros a los históricos botelleros.
Antes pasaba el carro por las casas pidiendo las botellas de vidrio, y el conductor del carro gritaba boooooteleeeeero (haciendo más aguda y corta la última letra, un canto que los que alguna vez escuchamos, llevamos en el alma como las melodías maternas que nos hacían dormir). El que vi hoy me los recordó. El dueño de una casa combinaba con él cuándo sería mejor que pase, pues le iba a juntar desechos para que aproveche.
¡Qué importante, fundamental e imprescindible la actividad del botellero! Reduce la basura, actividad que a nivel estatal es un compromiso ineludible, él lo hace por míseras monedas. ¿y los políticos?
Espero que el contraste social que palpamos todos los días no nos acostumbre. A metros de distancia estaba un camión que reparte huevos y otro a tracción a sange. En Europa, ¿circulan por las calles carros tirados por caballos? Y qué caballos..., alimentados vaya uno a saber con qué. Lo más fácil es responsablilizar al conductor: "¡Cómo va a circular así!, "No puede salir con eso por la calle, es un peligro" otra un poquitín más elaborada: "Estos políticos que prometen y no hacen nada", "¿Cómo no hacen nada para evitar esto", "Tendrían que prohibir que anden por acá con ese carro destartalado"; . La tercera, con la que me siento congraciada, es: "Qué hemos hecho TODOS para llegar a esto". Cada uno desde su lugar algo puede hacer. Por suerte mamá tuvo la gran idea de acumular lo reciclable para otro "cartonero" y entre varios le juntamos para que no tenga que revolver la basura. De paso reducimos nuestra producción de desperdicios.
¿Da mucho trabajo lavar esas cosas y llevarlas periódicamente a determinado lugar? A mí no, sin duda es más cómodo embolsar TODO y tirarlo al tacho. Pero la toma de conciencia comienza en casa, al igual que la caridad. Mientras escribo se me ocurre organizar a mis vecinos para que hagamos lo mismo y dárselo a quien hoy dejó huella por la calle.

lunes, 15 de febrero de 2010

Roles y lugares

Cómo es esto de responder a cierto rol (que muchas veces responde a expectativas ajenas) y moverse de un lugar. No sé si es mágico, instantáneo o científicamente comprobado. El caso es que cuando uno interna y profundamente decide cambiar, se corre del viejo sitio y el entorno se desacomoda, el lógico. No creo que corresponda hacerse cargo uno del efecto de la dinámica. Si la vida es eso, permanente modificación, constantes finales y comienzos...
Pero me sigue maravillando. Tantas veces hacemos las cosas en forma mecánica y nos quejamos sin saber bien de qué o por qué. Cuando vamos a las causas y notamos nuestro desacuerdo, es cuestión de cambiar para que la situación empiece a virar. No son palabras ni conductas, es una actitud del alma que nos posiciona donde "queremos" estar. Antes quizá nos colocábamos donde podíamos, pero a la posibilidad hay que sumarle deseo, ambición, anhelo de dirigir nuestra vida hacia algún lugar.
Sin duda, no existe "garantía de compra".¿A quién reclamar si no nos acomodamos en ese espacio? Al espejo, a esa imagen que no concuerda con lo planeado. Construimos en base a lo que somos, un bueno auto conocimiento ayudrá mucho a la hora de conducir el rumbo. Tampoco creo que haya reclamos externos a este cambio, si uno está a gusto, siente que este nuevo lugar que busca responde más a su propia autenticidad, será cuestión de aceptarlo.
Siempre y cuando haya amor. En algunos vínculos, donde la base no es amorosa, la asimetría es difícil de romper. Pienso en dominados y dominadores, fuertes y débiles, seguros/inseguros, etc. Siempre la dinámica, en todas las relaciones siento saludable la dinámica: a veces recibimos las cartas, otras las repartimos, otras observamos, ganamos, perdemos, etc. Será para no acostumbrarnos a estar siempre en el mismo lugar.
Ya me cansé de tanto movimiento, me voy a dormir, que mañana empieza el ejercicio.

viernes, 12 de febrero de 2010

Pescar con red

Caminaba mansamente la otra tarde por la playa, y encontré a una pareja joven pescando. Varios chicos los esperaban en la costa mientras ingresaban al agua sosteniendo una red como de tenis, menos ancha. En cada extremo un palo que permite tenerla extendida. Así superan la rompiente y se introducen hasta que el agua les llega más abajo que las axilas.
Ahí el hombre empezó a girar y ella hacía de eje. De este modo arrastran los peces que se cruzan por ese pedacito y es sorprendente la cantidad que obtienen. Algunas veces salen con más cangrejos que otra cosa, y cuando hay suerte la llenan de cornalitos, pejerreyes y anchoas. A mi hija le gusta mucho verlos y sobre todo pedirles algun tesoro marino. A tal punto, que en una oportunidad compramos un kilo (sin balanza, son cuatro manojos) al atardecer. A la noche los freímos, ni siquiera necesitó frío de la heladera. Salieron muy ricos, pero costó un par de días sacar el olor a pescado de la casa: o soy muy sensible o es impresionante cómo se impregna.
Pienso que ese método de pesca se utilizará desde tiempos inmemoriales, me traía reminiscencias de pasajes bíblicos, de la costa de diversos mares del mundo. No creo que ese grupo haya pensado estas elucubraciones, pero pescar, pescaban. Quizá el alimento de esa noche. Admiré la naturalidad con la que se vinculaban con el mar y su entorno. Ella andaba semi vestida, con la remera entraba al mar.
Imaginé que hace no mucho, esos jóvenes eran los más pequeños que esperaban a sus padres en la costa.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Quequén

Acá estamos, frente al mar, bien al sur de la provincia de Buenos Aires. Tengo sal hasta en el alma... Cada año que vengo de vacaciones, intento bañarme más que el anterior, así el efecto dura hasta la próxima.
Algunas impresiones:
** Estar debajo de la ola, justo cuando está por romper, ver desde el agua la incipiente espuma que se forma en la cresta... Es un contraste sublime con el cielo y el segundo en que todo se mueve con la ruptura.
** Caminar, caminar y caminar por la playa mirando el agua que se acerca y se va, pero principalmente mojándose los pies (y hasta donde salpique)
** Buscar arena seca y calentita al atardecer cuando empieza a refrescar. A esa hora en que las pisadas hacen sombra, subir al médano y ver el faro recién encendido y todo Quequén desde esa altura.
** Cerrar los ojos y escuchar el sonido del mar y el olor oceánico.
** Juntar piedritas (acá hay pocos caracoles).
** Sentarse frente al mar y ver la gente pasar.
** Ir viendo cómo baja el sol y disfrutar la playa hasta el último resplandor. La semana pasada cometí la imprudencia de irme ya de noche, nos cruzamos con unos hombres algo ebrios..., y en fin, terminó bien.
** Ir viendo los dibujos del sol en la piel bajo la ducha.
** Las puntitas de sal que se juntan en los extremos de las pestañas.
** Sabor a sal en todo el cuerpo.
** Acostarse con los brazos extendidos perpendiculares al cuerpo sobre la arena y sobre el mar, ¡Qué placer flotar mientras las olas balancean!
** Tomar mate en la playa. Comer churros con dulce de leche recién hechos.
** Hacer la medialuna sobre los finales de la ola (casi me rompo el brazo haciéndolo, porque de tan mojada la arena, me enterré..., ji, ji!)
** Armar cosas en la arena con los chicos. Escribir en la arena.
** Abrazar a los amados mirando el mar, protegidos por el sol.
** Llegar a la playa e instalarse. Volver de la playa y pegarse una ducha.
**
La última quedó en blanco para que la completen quienes quieran hacerlo.